Compasión por el extranjero

The Abstract

La migración humana no es algo nuevo, ni es un tema de moda, es una realidad que se ha desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad, trascendiendo límites de tiempo y espacio. Reflexionar y hacer teología para responder a una necesidad como la migración, lo podemos hacer a partir del análisis del […]

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Academic article by Rebecca Gonzalez Torres

La migración humana no es algo nuevo, ni es un tema de moda, es una realidad que se ha desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad, trascendiendo límites de tiempo y espacio.

Reflexionar y hacer teología para responder a una necesidad como la migración, lo podemos hacer a partir del análisis del testimonio bíblico y con la ayuda de otras disciplinas que nos orienten. Sin embargo, también es importante analizar el texto partiendo de las vivencias humanas, desde las propias historias, pues a partir de ellas las reflexiones adquieren sentidos más profundos, porque no solo son datos e información teórica de lo que sucede a distancia, sino vida, emociones y decisiones. Por lo tanto, en este ensayo me enfocaré en la inmigración que sucede en el cruce de la frontera hacia Estados Unidos, específicamente en los inmigrantes que piden asilo político.

Ser testigo de la migración supera cualquier teoría y análisis académico, porque vivir en medio del movimiento humano conmueve todo el ser y hay multiformes e inimaginables maneras de realizarla. La conducta humana está condicionada por cambios económicos, sociales y políticos, que producen pobreza extrema e impulsan a multitudes a realizar desplazamientos humanos capaces de arriesgar la vida para luchar por su supervivencia y la de sus seres queridos.

Vivir nuestra fe, desde nuestras convicciones anabautistas, nos debe llevar a la relectura de la Biblia, motivados por las preguntas que nos provocan las nuevas realidades que vivimos hoy, para que podamos lograr una intervención pertinente que dé respuesta al fenómeno de la migración en nuestros tiempos. Si una persona sale de su lugar de origen para moverse a otra ciudad, pasa a formar parte de la estadística global de migrantes en el mundo. Una de cada treinta personas es migrante.

La migración es una fuerza que contribuye al crecimiento económico y el emprendimiento de las naciones, tanto del lugar receptor como del lugar de origen, con los que divide sus ganancias. Se han hecho intentos de regular la migración a través de diálogos y convenios. Por ejemplo, en 2016 varios países hicieron un pacto global de cooperación internacional para garantizar la migración segura, ordenada y regulada, respetando los derechos humanos.1 Con esto, las fronteras quedarían abiertas para que personas de cualquier raza pudieran ingresar en forma legal y con el derecho humano de moverse. Sin embargo, en la práctica cotidiana, las personas sufren mucho por los procesos inhumanos y largos que realizan, dificultando una travesía más segura. El ejemplo de esto lo podemos ver en la frontera entre México y Estados Unidos, que ha sido un claro ejemplo de injusticia donde se violenta la dignidad humana.

Así que resumiré este escrito en cuatro partes: en la primera, repasamos las posibles causas que producen la migración; en el segundo punto he observado dos dimensiones de la migración, una es cómo se recibe al extranjero y la otra cómo se instalan los que llegan de un país extranjero; en tercer lugar quiero destacar el rostro de Dios que nos presentan las Escrituras y cuál es su posición ante esta necesidad; por último, y no menos importante, unas líneas pastorales que se derivan de una práctica personal de migración.

I. Las causas de la migración.

Existe mucha información que documenta las diversas causas por las que se desplaza la gente, van desde los cambios climáticos que modifican el medio ambiente, los imperios y potencias mundiales que tienen más riqueza produciendo pobreza en los demás países, también los medios de comunicación que nos facilitan el conocimiento de caminos, transporte y condiciones de vida mejores en otros lugares. Las sociedades organizadas y sus sistemas favorecen a unos cuantos, sin importar pasar por encima de los demás. La violencia social es otra de las causas por las que las personas huyen para salvaguardar la vida, porque han sido despojadas de sus pertenencias y expulsadas de su pueblo. Otros experimentan violación (física y emocional) y violencia extrema, hay quienes experimentan persecución política y mucho más, en estas condiciones la gente se empobrece de tal manera que se ve obligada a salir en busca de recursos para vivir dignamente. Así que observo tres tipos de migración en la frontera entre México y Estados Unidos.

Cruce sin documentos: Los migrantes son personas vulnerables simplemente por ser de otro lugar, por desconocer procesos, y por exponerse a las mafias y delincuencia organizada. En la frontera de México/Estados Unidos, los «coyotes» son personas que crean maneras para cruzar la frontera de forma ilegal, que sorprenden pero que conllevan prácticas muchas veces inhumanas; estas personas, que han creado la industria del tráfico de personas indocumentadas, son poderosas porque conocen el lugar físico de la frontera y las dinámicas sociales que les permiten crear estrategias para conducir a los inmigrantes en la frontera; hay coyotes que hacen su trabajo llevando a los inmigrantes hasta su lugar de destino, pero hay quienes solo usan a las personas para obtener grandes ganancias económicas y abandonan a los inmigrantes en el desierto a su suerte.

Cruce en busca de asilo: En la frontera de México/Estados Unidos vemos filas interminables esperando poder entrar a las oficinas de migración y solicitar asilo político. Esta gente huye de la persecución por la violencia social y estructural de sus gobiernos; por traficantes de droga; por el desplazamiento de sus tierras; por la corrupción de la narcopolítica que se vive en sus regiones de origen; otras personas buscan asilo porque han sido usadas para la trata de personas, han logrado escapar y buscan refugio en Estados Unidos; existen incontables casos en espera para conseguir el asilo.

Cruce con documentos. Este incluye a las personas que entran a Estados Unidos por la vía legal, tienen bien arreglados sus documentos y son personas con solvencia económica. Este tipo de gente transita en el país y son bienvenidos y respetados.

La migración en la historia de salvación.

Leer la Biblia también implica leer historias de migrantes que por una gran diversidad de motivos abandonan sus tierras, mencionaré solo algunas:

Dios llama a emigrar. Llama la atención el llamado de Dios a Abram para emigrar: «Yahveh dijo a Abram: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré”» (Génesis ١٢:1 BJ).2

Huida. Agar que huye de Sara y Abraham con rumbo desconocido, solo confiando en la gracia de Dios y la promesa de cuidar de ella y su hijo que están en total desamparo.

Hambre. Observamos emigración/inmigración al mismo tiempo en la historia de Noemí, que debido a la hambruna que produce la pobreza sale de su país y, después de mucho tiempo de estar fuera, regresa a su tierra al lado de su nuera por la misma situación: el hambre. Ahora Rut, la nuera de Noemí, se convierte en inmigrante asumiendo al pueblo y al Dios de su suegra.

Esclavitud. Otra historia es la de José que, desechado por sus hermanos y vendido, llega a otras tierras donde lo asedian el peligro, la muerte y la tentación. Sin embargo, la mano de Dios le preserva y logra establecerse y posicionarse junto con su familia en un país ajeno al suyo. Con el tiempo la familia se multiplica formando un pueblo fuerte, lo que produce miedo y sospecha en los locales, que deciden convertirlos en esclavos. El éxodo de los hebreos es de gente explotada, que añora una vida mejor.

Exilios. A lo largo de las Escrituras vemos a un pueblo judío sometido por diversos imperios como los asirios, babilonios, persas, griegos y romanos. Estos imperios los obligaron a abandonar sus tierras, los deportaron lejos de su territorio, los usaron y los maltrataron.

Diáspora. Muchos judíos se dispersaron en diversas naciones y se adaptaron a las culturas que los acogieron. Decidieron no regresar y seguir así con su vida; Santiago y Pedro hacen un llamado a reconsiderar esta decisión y a no olvidar su identidad.

Dios mismo emigra. La máxima historia de la inmigración la vemos expresada en Jesús, al dejar su posición de Dios para venir a esta tierra, vivir como nosotros, y mostrarnos una forma de vida diferente e inspiradora.

La migración se vive en todas partes.

En la Biblia la migración es voluntaria e involuntaria, pues se emprende hacia donde está la abundancia, donde está el imperio y donde existen posibilidades de vida.

En nuestros tiempos es lo mismo, el movimiento humano se da en todas partes y en diferentes direcciones: de norte a sur y de sur a norte, de este a oeste y de oeste a este. La necesidad es mucha: hambre, violencia, guerra, persecución, criminalidad, están presentes en todas partes. Haciendo largos recorridos por el continente americano, la gente llega a Estados Unidos para lograr alcanzar el «sueño americano», como se le ha denominado a esta inmigración hacia Estados Unidos.

Pero también en la historia universal la movilidad humana ha sido parte de la existencia del mundo, pues comunidades, pueblos y naciones se desarrollaron con gente proveniente de todas partes por diversas causas.

La migración en la historia anabautista.

Los anabautistas del siglo xvi también vivieron y experimentaron la migración, principalmente movidos por su fidelidad a las enseñanzas de Jesús. Producto de sus furtivas y fugitivas salidas, la persecución religiosa, política, social y económica les permitió organizarse y vivir en comunidades intencionales donde aprendieron a convivir, para compartir, dialogar, acordar y cooperar. Estos valores fueron muy necesarios como una práctica cotidiana para lograr la conformación de una comunidad donde se sostienen unos a otros en tiempos de dificultad, a pesar del desarraigo de un lugar físico, y pueden sentirse apoyados y acompañados en su caminar. En la época del martirio y la persecución, su fe creció y se afianzó en la vida comunitaria y la ayuda mutua, rasgos característicos que les han distinguido con el correr del tiempo. El modelo de Jesús, su muerte y resurrección, y la comunidad de fe, fueron su fortaleza, y por ello pudieron sobrellevar el martirio y la emigración.

II. Dos dimensiones de la migración.

En mi caminar de cerca con la migración en estos tres últimos años, he observado dos dimensiones muy importantes: por un lado están los que viven y experimentan la migración; por el otro lado, los que observan la migración y reaccionan de alguna manera, ya sea positiva o negativamente.

A. Los que viven la migración

Para los que viven la migración, las emociones están a flor de piel, les embarga la soledad de lo perdido o añorado. En Estados Unidos hay varios tipos de inmigrantes: unos son aquellos que están en forma legal con documentos en orden; otros son indocumentados que viven en la clandestinidad; otras familias están divididas porque algunos de sus miembros son indocumentados y otros ya nacieron aquí y son nacionales. Las familias inmigrantes más estables son aquellas que tienen documentos formales que los acreditan, llevan muchos años y han hecho una mezcla de culturas. Las familias que tienen algunos miembros indocumentados siempre viven con miedo de ser descubiertos, separados y deportados, así que hay un ambiente de inseguridad y desconfianza.

B. Los que reciben la inmigración

Los que reciben la inmigración y son personas nacionales que no han tenido una experiencia cercana a la migración, comúnmente son bastante intolerantes y severas, pues consideran a la inmigración como un mal de la sociedad que el gobierno debe resolver. Especialmente los latinos con rasgos físicos latinos, pero que son de segunda generación, es decir nacidos en Estados Unidos, tienen una actitud negativa, no quieren ser confundidos con los inmigrantes y no quieren hablar español. Mucha de la inmigración se usa para sacar provecho, ya que hacen los trabajos que los nacionales no quieren hacer. Hay mucha desconfianza en las relaciones interpersonales y se basan en la conveniencia. Por otra parte, hay ciudades y espacios en donde el inmigrante puede sentirse bien recibido, protegido, con esperanza de una vida mejor; estos lugares ofrecen desarrollo familiar y personal, son espacios de esperanza hacia un futuro prometedor en el que puede haber cambios.

C. Ejemplo bíblico: Salmo 137:1-6

Junto a los ríos de Babilonia, nos sentamos y lloramos al pensar en Jerusalén. Guardamos las arpas, las colgamos en las ramas de los álamos. Pues nuestros captores nos exigían que cantáramos; los que nos atormentaban insistían en un himno de alegría: «¡Cántennos una de esas canciones acerca de Jerusalén!». ¿Pero cómo podemos entonar las canciones del Señor mientras estamos en una tierra pagana? Si me olvido de ti, oh Jerusalén, que mi mano derecha se olvide de cómo tocar el arpa. Que la lengua se me pegue al paladar si dejo de recordarte, si no hago de Jerusalén mi mayor alegría. (Salmo 137:1-6 NTV)

En este salmo escuchamos el lamento de los cantores y músicos que han sido deportados, y han experimentado pérdidas importantes en su vida: como su país, su comunidad, familia, y por supuesto su espacio de adoración, donde ellos siendo cantores expresaban su adoración a Dios; todo eso que les proporcionaba una estabilidad emocional, física y espiritual. El salmo refleja la melancolía y depresión que les ha producido el romper con su equilibrio cotidiano, algo muy difícil de superar para quienes experimentan la deportación y el desarraigo.

Por el otro lado, el salmo nos habla de los ciudadanos que reciben a los inmigrantes y que están cómodos porque no han perdido, sino más bien han recibido el beneficio que aportan los que llegan de otras tierras para usarlos a su parecer. El salmo nos da la sensación de que los que reciben no tienen sensibilidad hacia los inmigrantes, solo quieren usarlos para su beneficio.

III. El rostro de Dios ante la migración.

En todos los tiempos, por cuestiones culturales y sistémicas, las relaciones humanas favorecen siempre a los hombres, a los ricos y poderosos, convirtiéndolos en amos y señores de la existencia humana.

A. Compasión como rostro de Dios

Hablar del rostro de Dios significa referirnos a la personalidad o la esencia de lo que Dios es. A lo largo de las Escrituras vemos esa personalidad o esencia de Dios manifestándose en la justicia y compasión, siempre poniéndose al lado de los más pobres y desvalidos de la tierra, entre los que se encuentran mujeres, niños, enfermos, ancianos y extranjeros. La intervención de Dios se manifiesta con los débiles, el Salmo 113:7-9 dice: «Él levanta del polvo al pobre, saca al desvalido del estiércol… él da un hogar a la estéril, feliz al ser madre de hijos» (BLPH). La institución del jubileo pretende integrar el cuidado de los extranjeros, la institución de lugares de refugio es para cuidar del que huye y merece un justo juicio, pero también se incluye al extranjero (Josué 20:3, Números 35:10-15). Este es el rostro de Dios: justicia y compasión hacia el prójimo, que también es creado a imagen y semejanza de él. En el Nuevo Testamento vemos el rostro de Dios reflejado en Jesús, que es la justicia y compasión de Dios hecho carne. Dios tuvo compasión de la humanidad y nos envió a Jesús (Juan 14:9-10; Filipenses 2:5-11), los Evangelios son testimonio vivo de ello.

Compasión es una palabra compuesta: com-pasión, esto quiere decir que puedo sentir lo que el otro siente, porque yo he vivido las mismas pasiones que el otro, tengo contacto con las mismas emociones que el otro y me hace empática. Las personas que han vivido la experiencia de la migración pueden sentir en carne propia lo que otros sienten al pasar por el mismo proceso de desarraigo y soledad. Sin embargo, como seres humanos, cuando estamos en condiciones de confort solemos olvidar el dolor y sufrimiento. Por tal motivo, en algunos pasajes se hace el llamado a no olvidar:

No opriman a los extranjeros que habiten entre ustedes. Trátenlos como si fueran sus compatriotas, y ámenlos como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor su Dios. (Levítico 19:33-34 RVC)

Otra versión lo expresa así:

No maltraten al inmigrante que viva entre ustedes. Trátenlo como a un ciudadano más y ámenlo como a sí mismos, pues ustedes fueron inmigrantes en Egipto; porque yo soy el Señor su Dios. (Levítico 19:33-34 PDT)

Un pueblo que vivió el destierro y fue inmigrante sabe lo que es vivir lejos de su tierra y puede llegar a sentir compasión por el extranjero. Así que las vivencias personales son las que nos pueden llevar a realizar prácticas de compasión con los que están pasando por la misma situación. Cualquier hábito se convierte en costumbre y viceversa, con las costumbres se enseñan los hábitos, que se alimentan y forman en las familias, y que, como consecuencia, se reflejan en la sociedad. De esa manera el cuidado del extranjero se convierte en una práctica cultural muy importante para el pueblo judío, pero también hay un frecuente llamado en el Nuevo Testamento para todo cristiano a vivir con compasión hacia los demás.

Estén listos para ayudar a los hijos de Dios cuando pasen necesidad. Estén siempre dispuestos a brindar hospitalidad. (Romanos 12:13 NTV)
No se olviden de brindar hospitalidad a los desconocidos, porque algunos que lo han hecho, ¡han hospedado ángeles sin darse cuenta! (Hebreos 13:2 NTV)

B. Nuestra propia historia

Lo pensamos mucho para decidirnos aceptar una invitación que nos exigió abandonar el confort e ir hacia un futuro incierto donde no sabíamos qué nos depararía el porvenir. Fue hasta el 2016, que mi esposo y yo decidimos tomar nuestras maletas para ir como voluntarios a Aurora, Colorado.

Nuestro hogar de refugio fue «Casa de Paz»,3 un apartamento muy pequeñito de una sola recamara, ubicado a una cuadra del Centro de Detención GEO en Aurora, Colorado. No tuvimos ninguna instrucción previa, y al llegar esperábamos que la fundadora y directora nos pusiera al tanto de toda la dinámica del proyecto. Nuestra sorpresa fue que ni ella sabía exactamente qué deberíamos hacer, su frase favorita solo era: «Es tu casa, tú decides lo que quieres hacer…». Había un solo voluntario que manejaba una agenda a conveniencia personal y nosotros nos convertimos en personas no convenientes para la dinámica que tenía en «Casa de Paz». Solo fueron suficientes dos semanas para darnos cuenta de las necesidades que había en Casa de Paz y los grandes retos que teníamos por delante. La confianza que ganamos por el trabajo nos permitió involucrarnos a fondo en el proyecto, para establecer una identidad y un sistema de intervención que atendiera a todos los que llegaban, proveyéndoles lo necesario para su camino.

La directora depositó toda su confianza en nosotros e iniciamos la intervención, respondiendo a las necesidades que se nos iban presentando día tras día.

Fueron seis meses en los que cada semana recibimos de diez a doce personas de diferentes países provenientes de América Latina, África y Asia. Cada uno con sus historias, nos hacían vibrar de emociones, y esto era porque sus vivencias y la forma en cómo salieron de su país y toda la travesía que tuvieron que hacer para llegar a Estados Unidos resultaron increíbles, para después pasar por un proceso legal en el Centro de Detención, en espera de la decisión a su petición de asilo.

Así lo vivió un hombre joven llamado Mali, que en Senegal no encontró trabajo y no había para sembrar, tuvo que salir de su país viajando y trabajando en busca de sustento. Durante cinco años le costó llegar a Estados Unidos y solicitar asilo, fue hasta entonces que se comunicó con su familia, la cual lo daba por muerto al no tener noticias suyas. Lo mismo vivió otra mujer africana llamada Reina, que después de un año encerrada en el Centro de Detención de Aurora, Colorado, experimentó un milagro. Un desconocido la ayudó y lo imposible se hizo posible. En su narración, en cada dificultad y peligro que padeció, la única exclamación que tenía era: ¡Solo Dios salva! Y cómo olvidar a Yajaira, nacida en Veracruz, México. Después de que sus perseguidores le machetearon la cabeza y la mano, terminó huyendo a la frontera para solicitar asilo. Joseph Buda, y Abdul, que, por hambre y falta de trabajo en Burkina Faso, África, tuvieron que pasar por varios países hasta llegar a Estados Unidos, donde les concedieron el asilo.

Después de estar en Casa de Paz, viajamos dos años a diversos países: Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, El Salvador, Guatemala y México. Nuestros ojos se fijaban en aquellos extranjeros que iban de paso, imaginábamos que podían llegar a Casa de Paz. Nuestras paradas en América Latina nos permitieron ver caminantes que se mueven en diversas direcciones. Ahora no pasamos por alto su vida, tenemos un corazón sensible y podemos ver diferentes injusticias cometidas hacia ellos solo por ser extranjeros.

Comprendimos que los movimientos humanos están determinados por los espacios geográficos más cercanos a los cuales las personas o familias pueden acceder, las ciudades son más buscadas porque se encuentran oportunidades de vida, pese a las grandes amenazas que pueda haber.

Que el amor fraternal permanezca en ustedes. Y no se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. (Hebreos 13:1-2 RVC)

Una parte cultural que la Escritura transmite tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es la atención que se debía dar a las personas desplazadas, refugiadas o extranjeras, y tratarlas como a las más vulnerables de aquellos tiempos:

«Ámenlos como a ustedes mismos, porque recuerden que ustedes también fueron extranjeros…» (Levítico 19:34b NBV)

Este es un llamado que encontramos en la Biblia para recordar que ellos estuvieron en la misma condición de inmigrantes. Esto significa ponerse en los zapatos del otro, pues el que mejor puede entender una situación es quien ha pasado por ella, es lo que actualmente llamamos empatía. Un extranjero quedaba bajo el cuidado de los demás y su supervivencia dependía de la actitud del dueño o señor de la tierra. De ahí la importancia de ser empático con los demás.

Nosotros también estábamos en una situación de vulnerabilidad, nos sentíamos lejos de nuestra tierra y familia, y por ello procuramos identificar qué era lo que ellos deseaban al salir del GEO para poder cubrir esa necesidad y darles una pequeña alegría.

Comimos con africanos, asiáticos (chinos entre ellos), y toda una representación de América Latina. Escuchamos voces por teléfono de familiares que lloraban y gritaban de alegría al darse cuenta de que su ser querido aún vivía; memorizamos palabras de bienvenida en otros idiomas para decirles a nuestros huéspedes y cubrir sus necesidades básicas. Dejamos que cocinaran su comida deseada y favorita; cantamos y oramos juntos, en diferentes idiomas, con gratitud al Señor por la libertad.

En ese pequeño departamento llamado Casa de Paz vimos desfilar 120 personas que hicieron recorridos de su país de origen hasta llegar a Estados Unidos, desde seis meses hasta cinco años, los africanos comúnmente se estacionaban por un tiempo en algún país para trabajar y juntar el dinero que les permitiera continuar su viaje.

IV.Líneas pastorales para atender al extranjero.

Pues tuve hambre, y me alimentaron. Tuve sed, y me dieron de beber. Fui extranjero, y me invitaron a su hogar. Estuve desnudo, y me dieron ropa. Estuve enfermo, y me cuidaron. Estuve en prisión, y me visitaron… Les digo la verdad, cuando hicieron alguna de estas cosas al más insignificante de estos, mis hermanos, ¡me lo hicieron a mí!

(Mateo 25:35, 36, 40 NTV).

Recibimos grandes lecciones de vida, que superan las ideas aprendidas en la academia y en diferentes foros de diálogo sobre migración, sobre cómo intervenir en situaciones de crisis. Seguramente en este ensayo no podría enumerarlas todas, sin embargo voy a aprovechar esta oportunidad para compartir algunos puntos importantes que fueron trascendentales para una intervención oportuna a los inmigrantes que llegaban a Casa de Paz.

  1. Tener empatía: yo soy como tú, y tú eres como yo; tener compasión.

Al llegar a Estados Unidos en calidad de voluntarios por seis meses, el gobierno nos prohibió recibir un sueldo, porque podríamos perder nuestros documentos como voluntarios. Así que ese fue un primer factor con el cual nos identificamos con nuestros huéspedes. Estábamos en la misma condición y solo vivíamos con las donaciones de alimentos y ropa que nos proporcionaban en Casa de Paz. Esta situación, tan sencilla pero significativa, nos dio la sensibilidad para entender y saber exactamente las necesidades de los inmigrantes al salir del Centro de Detención: ropa, calzado, comida, artículos de aseo personal. Nos dimos cuenta de las carencias de Casa de Paz, pero también de lo que sobraba. Por ejemplo, una ocasión una mujer proveniente de Colombia pedía ropa interior, y al buscar en todas las donaciones no encontramos absolutamente nada de eso, y como consecuencia terminamos dando de lo poco que teníamos personalmente.

Otra ocasión encontramos en la puerta de entrada de Casa de Paz un donativo con una caja llena de paquetes de hilo dental y una enorme bolsa de 5 kilos de pasta para cocinar. Otra ocasión recibimos una gran cantidad de ropa para bebé y niños; otro día recibimos camisas y pantalones casi nuevos, de muy buena clase, pero que no eran útiles para nuestros huéspedes, que necesitaban lo más cómodo y práctico para viajar. En otra ocasión, llegó un donativo de mochilas y útiles escolares. ¡Recibimos muchos donativos como esos! Nuestro pequeño departamento no daba para más, era imposible tener tanta donación que nadie iba a usar, así que las palabras de la directora hicieron eco en nosotros: «Es tu casa, tú decides lo que quieres hacer…» Y decidimos sacar todo lo que no era útil para nuestros huéspedes, y lo donamos a los vecinos, pues muchos de ellos eran también inmigrantes y pobres.

  1. Detectar necesidades reales y urgentes.

Aprendimos que hay muchos tipos de donadores, aquellos que solo quieren deshacerse de lo que les sobra; otros dan y apoyan para acallar la conciencia por la comodidad en la que viven; y también hay quienes quieren dar lo que a su parecer necesitan los demás, seguramente movidos por su propia experiencia de vida o condición en la que se encuentran. Un donador que desea ayudar, motivado por su fe y amor al prójimo, está dispuesto a dar lo que es necesario, pero los que piden deben saber qué pedir. Para esto hay que tener presente las verdaderas necesidades que un extranjero tiene según su situación actual. Esto nos llevó a solicitar donativos precisos que respondieran a las necesidades básicas.

Ser piel y brazos de Dios, hace que nuestra relación humana se convierta en una intervención sagrada.

  1. Respeto a los usos y costumbres diferentes.

El tesoro más grande que un inmigrante trae consigo es su historia, costumbres, cultura y experiencias. Esto es lo que le da identidad y razón de ser, así que, cuando llegan al encuentro de otros en otras tierras, su proyección es en razón de su ser. Lo experimentaron los judíos, también los menonitas en la historia, y lo experimentan los migrantes en todas partes. Por tal motivo es importante considerar todo esto al recibir a un extranjero, ellos nunca actúan como uno quisiera.

En Casa de Paz nos tocó recibir musulmanes, para ellos era de suma importancia tener un pequeño lugar privado para poder hacer sus oraciones; otros no podían comer carne roja, o de cerdo, etc. Respetar sus personas fue muy importante para lograr relaciones de confianza y armonía.

  1. Aceptar y servir incondicionalmente, porque todos son imagen y semejanza de Dios.

Servir incondicionalmente a los inmigrantes significa no mirar la condición en la que cada extranjero llega, sea por su religión, raza o condición social. La compasión se manifiesta amando al otro como a nosotros mismos, sin importar quién es el otro, simplemente por el hecho de ser imagen y semejanza de Dios.

Hemos regresado a Denver, Colorado, inmersos en una comunidad de fe que quiere ser una opción multicultural para una sociedad tan plural en la que nos encontramos, pero hay que crear condiciones para preparar a la iglesia y servir en un reto tan grande.

Reflexiones finales

Escuchamos de éxodos masivos, caravanas de gente que han salido de su país para llegar a Estados Unidos. La frontera se ha convertido en un campo de batalla, los caminantes solo se traen a sí mismos, vulnerables y dependiendo de la buena voluntad de los demás. El horizonte que los guía es el famoso imaginario del «sueño americano». Entre más se camina, más lejos se ve, pero unos a otros se animan y se desafían a seguir adelante. Nadie es de aquí, pero al final de cuentas a nadie le pertenece nada, todos somos pasajeros en esta vida.

¿Cuántos meses, cuántos días tendrán que esperar en la frontera? Todos los que se han incorporado a las caravanas migratorias requieren protección, son carne de cañón que están expuestos para ser usados con intereses personales, políticos, de corrupción y narcotráfico.

Muchos cristianos, movidos por su amor al prójimo y temor a Dios, extienden su mano y se convierten en refugio ante tanto dolor.

Pero también existen iglesias que se concentran en su liturgia local y son fieles a ella, la tradición les limita de salir de su rutina y confort, ven un involucramiento en estas necesidades como un gran sacrificio personal que les cuesta asumir. Ahora, en tiempos de globalización, la movilidad humana requiere que las comunidades de fe decidan no quedarse al margen del trabajo, sino involucrarse por completo en él. No es solo dando dinero y comida para que otros hagan el trabajo, sino creando programas y liturgias inclusivas que ayuden en la transformación de mentes conforme al corazón de Dios.

¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6:8 NVI)

Rebeca González Torres junto con su esposo, Fernando Pérez Ventura, están desarrollando una pastoral intercultural en Denver, Colorado, bajo la cobertura de La Conferencia Menonita de los Estados de la Montaña. Sus hijos Emmanuel, Alva, y Mario, están viviendo en la Ciudad de México.

Footnotes

2

Todas las citas bíblicas han sido tomadas de diferentes traducciones y versiones, y provienen en su mayoría del sitio Biblegateway: https://www.biblegateway.com/.

3

Para más información sobre Casa de Paz visite https://www.casadepazcolorado.org/