Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.

Mateo 5:13

Un día no volveremos a casa. Sólo esperamos que haya sido porque el Señor nos llamó a su presencia en medio de los que le aman. La participación de la iglesia menonita del centro de México en la Sexta brigada de búsqueda de personas desaparecidas es inminente. Morelos es el lugar donde por esta ocasión se llevará a cabo la jornada que albergará a cientos de personas organizadas en multiples colectivos solidarios. Hoy los menonitas estamos llamados a ser parte de este desafío. En el centro de la República Mexicana existe un puñado de iglesias que debaten entre cuidarse de la pandemia y el deber que tenemos como cristianas y cristianos de mirar hacia donde las injusticias están a flor de piel. Jesús nos conmina, una vez más, a estar al lado de aquellas y aquellos que necesitan consuelo y, como en este caso, ayudar a sentir las entrañas de la tierra, quien de esa manera nos dirá si alberga un trozo del ser querido que lleva semanas, meses o años apartado de su familia.

Es la Conferencia de Iglesias Evangélicas Anabautistas Menonitas de México (CIEAMM), quien hizo acto de presencia en el terreno de búsqueda con los brigadistas a través de Fernando, Rebeca y Sandra, de la Comunidad Anabautista del Camino-Morelos. Éstos ya se encuentran en Cuernavaca, municipio al norte de la entidad esperando a los participantes. Abigail, de la iglesia Fraternidad Cristiana Vida Nueva en CDMX, es quien comparte algo de lo vivido en la primera semana del recorrido. Al hacer la descripción de lo que esta mujer de 28 años ha experimentado, es posible ver en ella el rostro desencajado de mujeres y hombres a quienes el tufo que sale de contenedores oxidados y sucios, ya no les provoca miedo, sino esperanza de encontrar algo de lo que fue la vida de aquellas personas.

En México, hasta septiembre pasado, eran 77.171 las personas desaparecidas. Esto en los últimos 14 años. El gobierno alerta que al término de 2021 serán alrededor de 100.000 hombres y mujeres de quienes nada se sabrá. En la gráfica se observa la dinámica de este flagelo a través de los años, y no parece haber posibilidad de su disminución a corto plazo. El dato, venido de una fuente oficial, advierte que la fluctuación de las cifras es parte de una tendencia nada alentadora, de ahí que las familias de los desaparecidos solicitan acompañamiento a los diferentes sectores de la sociedad, entre los cuales se ubican las comunidades de fe anabautista. Dicha demanda de acompañamiento, llega no sólo para los menonitas, sino para los cristianos de todas las confesiones de fe.

 

A continuación se ofrece la experiencia de la hermana Abigail, quien fue parte de la jornada de búsqueda durante la primera  semana con la Sexta Brigada; lo que ella comparte nos permite adentrarnos en su experiencia. Ella comienza relatando el momento de su llegada al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez A.C., muy cerca del centro histórico en la Ciudad de México, caminando hasta el número 57-B de la calle Serapio Rendón en la colonia San Rafael el sábado 9 de octubre para reunirse con otros participantes.

No los conozco, a nadie de ellas y ellos he visto antes pero en ese momento, a todas y todos nos convoca un mismo sentir. Si hay una diferencia entre esas personas y yo, es que he llegado sola, pues los demás han llegado en colectivo, mientras yo me reuniré con los otros menonitas que ya me esperan en Cuernavaca. Por el momento todo es bullicio, risas y algo de desconcierto pues para muchos esto les es familiar. Para otros y otras como yo, es la novedad de nuestras vidas. La mayoría vienen organizados pero en mi caso, toca sumarme a la organización allá, en el estado de Morelos. 

Todo parece ir de acuerdo a lo previsto. Siguen llegando personas, en tanto yo busco registrarme para que me hagan la prueba de Covid. Del Centro Pro me ha llamado la atención sus murales, pues estos reflejan diversidad de luchas en pro de la justicia, pero además deja ver dos métodos opuestos para alcanzarla, que van desde las formas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, hasta las propuestas de Gahndi. Es ahí cuando pienso ¿se vale imaginar un espacio para recordar a Menno Simons en este lugar? Seguro lo encuentro, pienso, aunque al instante reviro, si la colectividad aquí presente no tiene idea de quiénes son los menonitas, mucho menos les interesará saber sobre el precursor de esta corriente del anabautismo. Me hacen la prueba, aguardo y el resultado es negativo como lo esperaba. No tarda en llegar el Eje de Iglesias, como se les ha llamado a todas y todos aquellos que pertenecen a una confesión de fe y que participan en estas jornadas de búsqueda. Está próxima su llegada, pero decido adelantarme a invitación expresa de otro grupo que estaba por partir. A los del Eje los veré más tarde.

En la marcha, nos acompañan algunas madres del colectivo Regresando a Casa, un periodista extranjero así como hombres y mujeres voluntarias. La sede de la Sexta Brigada, donde pernoctaremos, es el area deportiva de la Universidad La Salle. Busco la integración con el grupo y lucho por imaginarme lo que sigue, aquello a lo que nos enfrentamos. Después de tres horas, ya en el lugar, intento localizar a Sandra del Eje de Iglesias por medio de un mensaje y me responde que Paola será quien inicie con la coordinación. Conozco a Paola, y lo que sigue será ofrecer algo de comer. Alguien tuvo a bien donar pizzas y eso se da como cena. Socializando conozco a dos mujeres del estado de Sonora, a una de ellas le desaparecieron  a su hermano, a la otra, un familiar masculino. Estaba llegando y la información de primera mano ya tenía mi atención. Paola me presenta con otras personas y me indica lo que será mi trabajo: lavar trastes, entre otras actividades. La gente seguía llegando.

Ya se encuentra en el lugar el Eje de Iglesias y para entonces la brigada ya cuenta con el número considerable de participantes. Alguien se acerca y se presenta como Daniel, agregando que forma parte de la comunidad cuáquera. Descubrimos entonces que ambos pertenecemos al Eje y minutos después, todo el colectivo que aglutina diferentes confesiones de fe se va presentando mientras cenamos. Esto nos recuerda cómo Jesús realizó mucho trabajo compartiendo el alimento. Comenzamos a levantar las carpas bajo las cuales dormiríamos sobre pasto artificial. Ha comenzado el trabajo logístico y nos involucramos en él, viendo a la gente buscar un lugar para dormir. Aunque ya estoy integrada con los del Eje y pudiéndome ir con ellos para descansar, no es posible, pues una de las coordinadoras me indica que debo quedarme cerca del lugar para ayudar con el desayuno desde las seis de la mañana. Ronda la media noche y viendo llegar un autobús, nos dispusimos a recibir a toda esa gente. Era el comienzo.

Al término del último recibimiento, la indicación fue echar mano de nuestra imaginación para  encontrar un espacio dónde pernoctar. Encomienda nada fácil, porque a esa hora ya éramos muchos más. Mujeres y hombres en busca del tan anhelado rincón para dormir, deseosos de comenzar al día siguiente con aquello que los convocaba. Por el continuo arribo de la gente, limité mi búsqueda pero logrando en minutos acomodo sobre unas sillas. Con el inconveniente de no tener algo para cubrirme, pues en los preparativos no vimos necesario algo como una manta o bolsa para dormir. A las personas que voluntariamente participamos en la jornada, fuimos conocidos como solidarias y solidarios. Así, esa noche viviría una vez más el significado de la palabra solidaridad, pues recordando que a Cuernavaca se le conoce como la ciudad de la eterna primavera por su permanente clima cálido, a más de una sorprendió que la temperatura comenzara a bajar. Me preocupé, pues ya me veía en unas horas con un cuadro de gripe que complicaría mi participación. Buscaba por todos los medios conciliar el sueño, pero sí que costaba. Pasaron los minutos y fue cuando a las dos de la madrugada una chica se acercó, dejándome algo que me cubrió lo suficiente para dormir unas horas. Amaneció, y yo, sin resfriado alguno, agradecí al Señor todas sus bondades. 

Al siguiente día, la pérdida material fue parte del comienzo. La noche del 10, regresando a la universidad La Salle, mis pertenencias ya no estaban. Esa mañana fue agradable conocer a Flor  y Nicolas, hija y esposo de Sandra. Los cuatro a punto de salir y ya éramos parte de un movimiento que, a dos días de pertenecer a él, presentaba las primeras sorpresas. Una, fue saber de una iglesia católica en la cual no representaban en sus estatuillas e images a Jesús crucificado, sino al rey de reyes ya resucitado. En la catedral, se celebró una misa a la que llegaron los brigadistas junto con las madres que continuarían encabezando la búsqueda de sus hijos o seres queridos. Ceremonia tan emotiva como fue posible y de larga duración. Tan larga como la fila que hicimos previamente para entrar. Para entonces, la Sexta Brigada de Búsqueda de Personas Desaparecidas, se había consolidado.

Fuimos testigos de cosas que de alguna forma esperábamos. Ver llorar a las mujeres nos dejó fríos, a quienes sólo las sostenía la esperanza de cerrar un ciclo que parecía no tener final. Frente a tal escena, el resto de la brigada gritamos consignas de apoyo y permanencia a su lado en esas dos semanas que iniciaban. Al término de la misa, un sacerdote se dio a la tarea de rociar con agua, que ellos llaman bendita, las herramientas que utilizaríamos llegado el momento. A esto siguió la caminata programada de la catedral a la explanada del centro de Cuernavaca. Nosotras fuimos por las bocinas al auto.

Las tres fuimos por las bocinas, las cargamos del estacionamiento hasta la explanada donde se llevaría a cabo el miting. Y en todo momento con el sol sobre nuestras cabezas. Era menester que el equipo de sonido estuviera listo antes que llegaran los marchantes, con el inconveniente de tener las bocinas con media carga en su batería pero sin ser problema a la hora del evento. La explanada contenía fotografías y un memorial de los que habían sido arrancados de sus familias. A 5 minutos de llegar nosotras, llegan los integrantes de la caminata y comienza la participación de las mamás acompañadas siempre de un sol abrasador.  También hablan los pastores y entre ellos Omar, pastor con su cabello venido en rastas evocando la paz, recordando a los desaparecidos y apelando al amor para todos. 

Ahora toca participar a Fernando y Rebeca de la iglesia menonita. Aquella pareja con quienes décadas atrás, cuentan mis padres, cada martes caminaban a casa de algún feligrés para hacer oración y, en tiempo de lluvia, resbalando en lodo para llegar al lugar donde había qué hablar con Dios. Ellos, de la misma manera que el pastor con rastas, hablan acerca de la paz, la justicia y el amor. Y ahí están, hablando en ese lugar tan lleno de imágenes como de recuerdos, recuerdos de aquellos a quienes todos los ahí presentes quisiéramos ver llegar en ese momento. Era un día rebosante de sol, como si fuéramos a recibir a gente muy especial. Por otra parte, no niego la alegría que me generó saber que cristianos y cristianas menonitas ya éramos parte del Eje de Iglesias, y segura estoy que,  por mínimo que pareciera, aportaríamos algo de acompañamiento a toda esa gente. Con la intención en todo momento de proyectar el amor de Jesús.

Llegaron otros discursos que, aunque conservadores, fueron abiertos y tolerantes para con los otros. Un fin nos mantenía a todos en ese lugar y una causa nos hermanaba.Transcurrió hora y media y Arturo Carrasco, de la iglesia anglicana, comparte unas palabras, hermano con quien mi padre coincidió en el recibimiento de las caravanas de migrantes en 2018. El Eje de Iglesias, aunque disperso, ya se ha integrado al evento. Se anuncia el regreso de todos a la sede. Todos excepto nosotras las menonitas que comeremos en casa de Sandra. Me dispongo a cargar una bocina para regresar al auto, pero alguien me interrumpe y dice: “si hay hombres, no tienes motivo para cargar. Dame la bocina, yo la llevaré a donde tú me digas” y así lo hace. La lleva hasta el estacionamiento, no sin antes pasar por la tortura de subir una calle. Erik y este hombre de quien minutos después supimos que era pastor, llevaron las bocinas. La actitud de este hermano que, aunque amable, no dejó de sorprenderme por su carga machista. Como sea, en esos días bien aplicaba aquello de, habemos de todo en la viña del Señor.

Llegamos a casa de Sandra. Llegué con ella, su esposo y su hermana. Quise aportar para la comida, pero amablemente no me lo aceptaron y decidí comprar algunas bebidas. Se sabe que la vida comunitaria es característica de los menonitas. Algo que se considera parte de sus fortalezas. Llegan los Pérez González y se integran a la mesa, en tanto, Sandra y yo comentamos sobre la importancia de ser partícipes en este tipo de causas. Hacemos auto crítica. Recuerdo que un mareo me hizo tambalear, el cual con seguridad  fue por un dolor de cabeza que traía de varias horas. Sorpresivamente, poco antes de comer, corre el rumor de un posible cambio de sede para la brigada. Pero lo dejamos en ese nivel, ya que de confirmarse sería hasta el día siguiente.

Rebeca prepara salsa de tomate al tiempo que yo lavo trastes. Comemos y se habla sobre cosas del pasado. Recordamos proyectos como RECH (Rescatando la Esperanza de los Chavos) en Naucalpan, municipio de una entidad vecina de la CDMX. Asimismo se habla sobre el trabajo de Rebeca y Fernando en Estados Unidos; Sandra comparte sobre la brigada y su participación en esta. Nos dice cómo a los familiares les es difícil cerrar el ciclo donde no hay duelo. De acuerdo con ella, quienes tienen un familiar desaparecido, se asumen como muertos en vida. Mientras el esposo de Sandra servía café se confirma el cambio de sede. Desde esa noche estaría en Oaxtepec.

Las cosas que valen la pena son dinámicas, no me extrañaría posibles cambios sin previo aviso, ya que en toda organización hay momentos que es inevitable caminar en veredas irregulares, amén de que se anticipan diferentes escenarios como posibilidad. En esta ocasión todos vamos para Oaxtepec, y mi pensamiento ya va rumbo a mis cosas que dejé un tanto desprotegidas abajo de una mesa. Partimos de inmediato dejando el café para otro momento. Llegamos a la universidad La Salle y no encontramos a un solo brigadista. He llegado con Fernando y Rebeca. Si acaso a nadie alcanzara ya me ayudarían a tomar las decisiones más atinadas, y así fue.

Después de un rato el oficial me dio acceso, aunque sólo sirvió para confirmar lo que ya imaginábamos, el lugar se encontraba vacío. Los hermanos me llevan a Oaxtepec y se comunican con Illich quien comparte que hay un autobús donde están las maletas de toda la  brigada. La pareja me ofrece quedarme en su casa en tanto Sandra me avisa que ya no podrá estar en la sede por el cambio. Tengo en mente mis cosas extraviadas pero también las palabras a mi alrededor como que Dios mueve todo para bien, pues con este cambio, Rebeca y Fernando estarían más cerca de la sede. Así, acordamos que dormiría en su casa en cuanto supiera qué pasó con mis pertenencias; ubicamos el hotel Yautepec, ya que ahí todas y todos estaríamos hospedados. Restaba esperar.

Encontramos a Illich y nos dice que aún no descargaban las maletas. Me llega un mensaje de Daniel, el hermano cuáquero quien el día anterior me  ayudó a lavar trastes diciéndome que estaría hospedada con ellos, con el Eje de Iglesias. Illich, Omar, Daniel y yo compartiríamos habitación; y ahí seguíamos los tres, aguardando, yo me sentía algo fuera de lugar y creo que la pareja de pastores compartían este sentimiento conmigo. Por fin se descargaron las maletas, tardando un poco para ver la mía. En ese momento sólo encontré la bolsa que había dejado abierta, pero en minutos, tenía todas mis pertenencias conmigo; habiendo superado ese drama, Illich escucha que por falta de un cargador para mi teléfono, me iría a casa de Fernando y Rebeca. Él me ofrece uno para no tener que desplazarme y es cuando decido quedarme en el hotel. Los hermanos se retiran, quedándome en el lugar al que pertenecería esa semana.

Fue el Eje de Iglesias quien se encargó del hospedaje en el hotel para toda la brigada. Recuerdo que ya tomada la decisión de integrarme con mis hermanos de diferentes confesiones de fe, aún dudé en quedarme, ya que prácticamente a nadie conocía, y en apariencia, era suficiente motivo para irme a casa de mis hermanos anabautistas. Pero eso sería retrasar lo inevitable, pensé, ya que era necesario conectar con la brigada lo más pronto posible. Me quedé agregándome por completo a la brigada. Illich me entrega el cargador que me prestaría y descubro que es el mío; cinco noches compartí habitación con tres compañeros. Los cuatro con un mismo sentir. Pero antes de eso, cenamos café y pan, minutos antes del primer informe en asamblea. A la media noche.

 

Fernando Sandoval Guzmán es parte de la Conferencia de Iglesias Evangélicas Anabautistas Menonitas de México y de la comunidad Fraternidad Cristiana Vida Nueva al sur de la Ciudad de México. Es el encargado del ministerio Sendas de Justicia.