Martin Navarro is Church Relations Representative for Everence, a financial services ministry of Mennonite Church USA and other churches. In this sermon on Luke 21:1–4, Navarro challenges his listeners to be like the widow who gave out of her poverty. We, like the widow, are called to be generous without showing off our generosity. Throughout his sermon, Navarrro demonstrates the close connections between faith and finances, and so between financial responsibility and the embodiment of God’s reign. How we use our finances is a key aspect of how we demonstrate God’s will to and for the world.

Martin Navarro trabaja para Everence, un ministerio de servicios financieros de la Iglesia Menonita de EE UU y otras iglesias. En este sermón sobre Lucas 21:1–4, Navarro nos reta a imitar la viuda que dio de su pobreza. Como la vuida, Dios nos ha llamado a ser generosos sin ser orgullosos. Navarro muestra las relaciones ínitmas entre la fe y las finanzas y, entonces, entre la responsabilidad financiera y la incarnación del reino de Dios. Manejar bien las finanzas es un aspecto clave de demostrar la voluntad de Dios a y para el mundo.


Un día había una mujer que sufrió en todas las áreas de su vida. Sus finanzas no eran suficientes, pero aprendió a sobrevivir. No tenía un esposo porque su esposo murió. Pero oyó rumores de un hombre que le decían el Mesías. Ella no sabía mucho del hombre pero lo quería escuchar hablar. Cuando lo oyó estaba convencida de que él entendía su situación, porque el mensaje que se acostumbraba oír era de la ley, pero el mensaje de este hombre era diferente. La predicación era de esperanza. Ella era pobre y viuda–no tenía mucho. Cuando vino el tiempo de dar ofrenda en el templo, ella fue delante de todos para dar lo poco que tenía, un centavo.

Ella no sabía que Jesús la reconocería por su acto de generosidad. Pero al momento cuando dio su ofrenda, Jesús sabía que ella era un ejemplo del reino de Dios.

Esta es una de las muchas historias que han sido contadas en la escuela dominical. Yo recuerdo haber oido esta historia. No sabia si debía ofrendar a la iglesia todo el dinero que mis padres me daban. Pero yo limité el significado de esta historia a cuanto debería dar. “La cantidad,” era el mensaje que oía, y yo preguntaba, “Si esta viuda puede dar unos centavos, tú puedes dar más.” Pero esta historia nos habla sobre mucho más de lo que deberemos dar en nuestras ofrendas, nos habla de cómo Dios nos reconoce como buenos administradores de dinero.

Esta mañana, hablaré sobre dos cosas que podemos aprender sobre la buena administración de dinero.

El primer tema tiene que ver con el propósito de ofrendar en el templo. Honestamente la viuda se encontraba en el margen del templo. Los demás tenían una forma de ofrendar. Como dije, los maestros religiosos presumían de su dinero. Y yo me pregunto, ¿por qué para algunos es importante presumir que dan una ofrenda? Vivimos en una sociedad en la cual el valor de una persona esta medida de acuerdo a su salario, o la cantidad de cosas materiales que posee. Por ejemplo, hay gente que se enorgullece de su carro lujoso, sin darse cuenta que esto los convierte en mayordomos del materialismo. Es lo mismo en la historia de la viuda que nos enseña que la ofrenda de los maestros y los ricos ha sido contaminada porque ellos presumían de su riqueza.

Los maestros religiosos en ese tiempo se vestían de blanco y ofrendaban más de lo requerido, con el propósito de presumir. Por ejemplo, la ofrenda común consistía de monedas de cobre. Ellos presumían de sus riquezas dando más, ellos ofrendaban monedas de plata. En ese tiempo solo dos tipos de personas usaban plata, los ricos y los que se asociaban con empresas.

Ellos no daban la ofrenda común porque ellos querían que la gente reconociera sus riquezas. Y ahora quiero preguntar, ¿cuáles son nuestras riquezas? Hay veces que queremos tener todo lo que nos satisface temporalmente, y venimos a la iglesia esperando que gente nos reconozca por la apariencia de nuestro exterior. Se nos hace difícil entender y aceptar que el exterior es temporal. Pero queremos las riquezas de la vida, queremos progresar, y nuestra definición de progreso necesita un ajuste. Y la viuda nos ayuda.

Mi segundo tema se trata acerca de la generosidad de la viuda. Primero, tenemos que saber lo que es la generosidad. En griego es ἁπλότης (haplotēs), y significa sinceridad o ser transparente. Es una palabra importante cuando se lee en esta escritura. Sin embrago, la persona que tenía más sinceridad y transparencia fue juzgada.

Para entender a la viuda tenemos que ver su identidad. Primero, ser viuda no era algo fácil. En nuestra cultura, entendemos que una viuda puede sufrir, preocupandose de sus finanzas y el cuidado de sus niños. Pero en la cultura hebrea o griega una viuda sufría peor. Una mujer en la cultura griega dependía en su esposo. Cuando moría su esposo ella perdía todo. Una viuda no podía recibir la herencia que le pertenecía. Y si su esposo tenía un hermano, ella estaba obligada de casarse con él. Encima de toda esa injusticia, la viuda era una persona marginalizada. No podía vivir una vida regular. En ciertas regiones, si la gente del pueblo se daba cuenta que una mujer se convirtío en viuda, se aprovechaban de ella. Normalmente las autoridades tomaban el lugar del esposo y protegían a la viuda. En la cultura hebrea, la viuda vivía por medio de las caridades de la comunidad. Podemos ver que la vida de una viuda no era fácil. Ella no tenía esperanza en la vida—no tenía suerte. Todos hemos pasado por situaciones cuando no tenemos suerte y nada funciona como lo necesitamos. A veces la renta esta tarde, el trabajo le corta las horas, hay deudas de tarjeta de crédito y no hay dinero para pagarlas, o quizás hay problemas con el carro. Todos entendemos lo que es no tener opciones y la viuda estaba en esa situación cuando entró al templo para dar su ofrenda.

La viuda, en su pobreza e ignorancia, tomó un riesgo al entrar al templo y acercarse a la área para mujeres Israelitas. Ella no tenía una ofrenda de plata como los maestros religiosos, pero trajo lo poco que tenía: “dos monedas de cobre.” Pero yo siempre me pregunto, ¿por qué no dio una moneda y se quedó con la segunda? Eso es lo que yo haría. Por un segundo, pongámonos en los zapatos de la viuda, en el momento que decide dar su ofrenda, los de su alrededor se ríen de ella, porque ellos piensan que su ofrenda no es suficiente. Pero Jesús tiene una respuesta más profunda, porque él entendió que lo que hizo la viuda fue más que ofrendar. Ella desafió el sistema del templo, y puso a prueba los límites que los fariseos habían creado. Aquella área que solía estar llena de presumidos, se transformó en un espacio sincera de adoración para Jesús.

Hay veces que tenemos que empujar los límites un poco. Nosotros siempre queremos recibir, pero no damos mucho.

La viuda dio dos centavos, hoy en día es equivalente a un centavo. Para nosotros no es mucho, a lo mejor digamos que no es nada. Pero Jesús la reconoció, y dijo que ella dio más que todos.

Imagína que en una iglesia, un dueño de empresa hace un gran gesto de ofrecer 1,000 dólares y tiene la expectativa que él dirigirá cómo la iglesia usará el dinero. El motivo de este hombre es presumir su dinero y estatus social. La verdad es que con esos mil dólares uno puede hacer mucho para la iglesia, pero el problema es que el hombre que dio los mil dólares quiere administrar el dinero a su manera, no a la manera de Dios. Estamos enfrentando un problema. Estamos lidiando con un hombre que quiere que usemos su dinero para satisfacer sus deseos carnales y ser reconocido como alguien superior.

Vamos a imaginar algo distinto. Un campesino indocumentado se encuentra en la misma iglesia. Durante el tiempo que damos los testimonios y peticiones de oración, él oye que una familia no tiene de comer. El campesino entiende que la vida es difícil, porque él tiene un trabajo duro y entiende lo que es no poder prosperar. Al entender el sufrimiento de esa familia el campesino hace algo que algunos dirían que es una locura. Él va al pastor y le dice “yo quiero ayudar a esa familia. Les quiero comprar comida, pero quiero que tú se los entregues.” Esto es una acción de generosidad, cuando uno no busca el reconocimiento de otros.

La fe de una comunidad y los actos nobles de la gente define la historia de una iglesia. Espero que estos ejemplos les ayuden a pensar cómo debemos integrar nuestra fe con nuestras finanzas.

La viuda nos da un ejemplo poderoso. Ella nos llama la atención, recordándonos como deberíamos ser en el reino de Dios. Pero sobre todo, nos demuestra cómo ser mayordomos de lo que Dios nos ha dado. Nuestra fe no está separada de nuestro dinero, Dios nos dio trabajos, familias, una ambiente para vivir y una comunidad de fe. Tenemos que administrar los dones y bendiciones de Dios con sabiduría. ¡Les propongo qué vivamos como la viuda! Como aquella mujer que dio lo poco que tenía, pero lo ofreció con amor y sin reservas.